El teatro es tan infinitamente fascinante, porque es muy accidental, tanto como la vida.” Arthur Miller
Joel presentó su Sexto Sentido en el Teatre del Raval, hace unos días. Al ser una persona, podrías creer que esto parece un monólogo. Quizás lo es. Pero es un monólogo de varios personajes, de muchos cuerpos distintos en un solo cuerpo.
Hace un espectáculo donde se integra y se fusiona con el espectador a tal punto que llega a confundir por monentos entre su improvisación y la naturalidad de las escenas circunstanciales que nacen de la interacción con el público.
Es tan natural que te crees capaz de hacerlo. Nos hace una clase matizada de actuación donde la mejor metáfora sería decir que tiene todos los registros de un piano clásico, en gestos, en tipos de voces y en caracterizaciones. Pero este piano no le alcanza y añade un sintetizador con volumen. Imitanto o caracterizado de la Lupe la revienta, es su climax, pero de argentino o cubano, lo mismo. Cuesta creer que sea una persona. Cuesta descubrir quien es él.
Es tan natural que te crees capaz de hacerlo. Nos hace una clase matizada de actuación donde la mejor metáfora sería decir que tiene todos los registros de un piano clásico, en gestos, en tipos de voces y en caracterizaciones. Pero este piano no le alcanza y añade un sintetizador con volumen. Imitanto o caracterizado de la Lupe la revienta, es su climax, pero de argentino o cubano, lo mismo. Cuesta creer que sea una persona. Cuesta descubrir quien es él.
Días más tarde estábamos en un terrado en Grácia, en una fiesta, y yo lo miraba pensando cuál de los tantos era Joel, él del otro día o este sentado con su hija recordando sus inicios con la escritora Wendy Guerra en La Habana.
Ya sé que no hay varios Joel, hay solo un buen actor que hace trasmutar su identidad de las palabras al gesto, de la pasión al escenario. De la música a la puesta en escena. Sabe crear historias e improvisar con un cuerpo sobre el escenario o sobre la platea.
No me extraña que su actuación, esté para siempre en una clásico del cine latinoamericano e universal: Fresa y Chocolate, 1993. De Tomás Guitierrez Alea. Pero él no se ha quedado encerrado en esa pelí, saltó fuera de ella y nos obliga a deleitarnos, por suerte.
Esto no es un monólogo para entretener. Es un monólogo para estremecer.
Gracias.
Gracias.
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