Y lo digo desde la propiedad, de no solo saberlo, sino de dar clases de salsa en Sevilla y en Alcalá de Guadaira durante seis meses cuando llegué a Europa. Yo de iluso me burlaba de quien no bailaba como yo u otros cubanos. No entendía que se baila para ser feliz. que la felicidad no tiene normas, ni pasos precisos. aquí he aprendido a ser feliz, sin normas. y muchas parejas así, por libre. ayer me les acerqué y les dije a ambos, nunca vayan a una escuela de salsa, nunca es nunca, me han hecho feliz.
Lezama decía que bailar era encontrar la unidad entre los vivientes y los muertos. Ayer ellos fueron felices bailando. Yo con ellos. La felicidad es el conocimiento de la necesidad, nunca una norma.
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