Traje de Cuba algunas fotos de mi adolescencia. Entre ellas "trofeos" en forma de fotos dedicadas de novias que tuve. Siempre me creí afortunado pues algunas me dejaron fotos dedicadas con cariño de quien deja una huella. La mayoría son retratos, nunca selfies juntos.
Ahora, el volumen de imágenes y vídeos que te queda de una relación de solo unos meses, es tal. Que se necesita ser archivador profesional para clasificar tanta memoria. De viajes, de idas y venidas. Esa memoria de la felicidad que al separarte estorba. Pero si aún deseas tenerla cerca, es una tortura cada selfies memorys.
[En La Habana cada vez que un idiota policía nacional te pedía el DNI apuntaba en una libreta tu nombre y el número. Siempre nos preguntábamos en que tiempo y momento estos tarados podrán cruzar los datos de tantos miles de jóvenes que nos movíamos por La Habana y ellos consideraban peligrosos. No era una PDA, era una libreta en un país sin ordenadores. Tampoco era una memoria de amor. Seguro que iban todas esas libretas a la basura como muchas de estas fotos.]
¿Quién nos salvará de estos big data love?
Borrar un 25 % o un 50%. Y qué haces con el recordatorio de google fotos o facebook que te saca el rastro de la felicidad pasada ahora no estan cómoda.
¿Cómo hará esta generación de jóvenes con este archivo de recuerdos sociales y privados que se genera solo, cada día y lo tienes en el móvil? Lo tirás y ya.
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