Hace TRES años mi hija me hizo esta foto el día del cumpleaños de mi madre. Un 28 de diciembre como hoy antes de llamarla por teléfono a Cuba.
Mi madre lejos, en esa isla de cuatro letras donde nací. Ella, mi niña, era inocente. Yo no; mi cabeza estaba allí, o está allí con cada nacimiento o muerte en dos direcciones y una tercera: la nostalgia que llamé en mi libro, "Síndrome de Ulises".
Palabra sin reglas ni disciplina que llega, con cada canción que le gustaba a mis hermanos, con ciertos olores cuando voy al mercado de Gràcia, o con la música que retrata un tipo único de movimiento..
Lo mejor de esta foto, ante el edificio rojo del japonés de Toyo Ito, es que la hizo mi hija, Maya con sólo cinco años y medio, ayudada por el Ipad con que he escrito la mayoría de mis post y muchos versos que han leído medio millón de personas en el último año en más de 160 países de 198 oficiales. No es ego, son los hechos..
Que ella me diga que estoy guapo, tras hacer la foto, es una forma de viajar a la Luna y volver en un sólo instante, en invierno y con su luz como energía de la nave. No es sólo que tú ego explote, es que se deconstruye si sabes que ese amor incondicional de cariño te dice cosas así, con su inocencia de amor, y los mismos ojos heredados de mi madre: únicos y descifrables.
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